La única palabra que se me ocurre es “¡Ay!”
Por qué alguien de repente decide golpear el techo con la cabeza sigue siendo un misterio. Pero una cosa está clara: el hombre cuya cabeza está incrustada en el techo preocupa a todo el mundo. Esperemos que no sea el novio, porque si no, la boda podría tener que posponerse por una “conmoción cerebral”.
Una escena que cualquiera querría evitar al saltar en un espacio cerrado. Aprended la lección de este tipo: a veces, los excesos en las fiestas son más “¡Ay!” que “¡Guau!”… y los dolores de cabeza duran más que los recuerdos.
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