En Dubái, el oro no tiene límites; hasta los coches se doran. Si una villa, un yate o animales exóticos no bastan para llamar la atención, un reluciente vehículo bañado en oro se asegura de que todas las miradas se centren en el conductor.


Claro que este interior ostentoso no solo deslumbra a los demás conductores, sino que puede causar un deslumbramiento literal. Pero para aquellos a quienes les gusta presumir de su dinero, es un precio aceptable; al fin y al cabo, el coche dorado representa el lujo supremo y la demostración de riqueza.
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