Protegiendo a su pequeño hermano felino de la tormenta de afuera

El viejo mito de que perros y gatos son enemigos naturales se desmorona ante este vínculo extraordinario. En una tarde tormentosa, el dueño de una casa regresó y encontró al Labrador de su compañero de piso, Bruno, actuando como un escudo viviente para un gatito atigrado naranja tembloroso llamado Oliver. A través de las puertas del patio empapadas por la lluvia, la silueta de Bruno reveló su postura protectora: su musculoso cuerpo arqueado sobre el pequeño felino, con las patas plantadas firmemente a cada lado del escondite del gatito. Cada trueno hacía que las orejas de Oliver se aplanaran contra su cráneo, lo que provocaba que Bruno le diera un toque en la espalda temblorosa del gatito con su hocico mientras emitía vibraciones profundas y retumbantes, una versión canina de una canción de cuna destinada a calmar los nervios deshilachados.