
Algunos agricultores chinos rocían la col con formalina, una solución química que incluye formaldehído, para que conserve su aspecto fresco durante los calurosos meses de verano. Si bien esto podría preservar la apariencia crujiente de la verdura, conlleva un grave coste para la salud.
La formalina es altamente tóxica y puede causar irritación cutánea, quemaduras químicas, mareos e incluso asfixia en casos extremos. La búsqueda de beneficios, independientemente de las condiciones, lleva a atajos peligrosos. Así que, esa col aparentemente perfecta puede esconder un secreto dañino bajo su superficie frondosa.