Miedos infundados

La voz de Julian tembló de arrepentimiento al hablar. “No tenías que hacerlo sola”, dijo, sintiendo el peso de su comprensión. “Yo te habría ayudado”. Elara negó con la cabeza lentamente, sus ojos llenos de comprensión. “No estabas en el estado mental adecuado para aceptar lo que hice”, respondió ella, sus palabras tranquilas pero firmes. Julian no pudo negar la verdad en su afirmación.

A medida que reflexionaba sobre su pasado, ahora entendía cómo el miedo y el orgullo habían nublado su juicio. Estaba demasiado absorto en sus propias emociones para ver el panorama general. Pero en este momento de honestidad, sintió que algo cambiaba dentro de él. Su franqueza mutua era una forma de curación, y por primera vez en mucho tiempo, Julian sintió un atisbo de esperanza para el futuro.

Advertisements
Advertisements