Apuntada y confundida


El oficial se acercó a ella con paso firme y serio. “Señora, me temo que tiene que venir a la comisaría conmigo”, dijo, con voz tranquila pero firme. Melissa parpadeó, completamente sorprendida. “¿Qué? ¿Yo? ¿Por qué? ¡No he hecho nada!”, exclamó, levantándose bruscamente, su silla arrastrándose por el suelo.

Pero el oficial no se movió. Su rostro permaneció severo, impasible ante su confusión o su creciente pánico. No ofreció explicaciones, solo insistió en su cooperación. El corazón de Melissa latía con fuerza en su pecho. Así no era como se suponía que iba a ir el día. Había venido a vender un anillo, nada más. ¿Por qué de repente sentía que estaba en un drama criminal en el que nunca se había apuntado?

Advertisements
Advertisements