Sin otra opción


“Señora, puede cooperar, o tendré que obligarla a venir conmigo”, advirtió el oficial, con la mirada firme. Melissa lo miró a la cara, buscando alguna señal de suavidad, algún indicio de flexibilidad, pero no encontró nada. Hablaba en serio. Al darse cuenta de que no tenía otras opciones, asintió lentamente y recogió su bolso, tratando de mantener algo de dignidad mientras lo seguía hacia afuera.

Seguía diciéndose a sí misma que no había hecho nada malo. Quizás hubo alguna confusión, algún malentendido sobre el origen del anillo. Si ese era el caso, todo lo que necesitaba hacer era explicar la verdad. Una vez que la policía escuchara su versión de la historia, no tendrían más remedio que dejarla ir. Al menos, eso era lo que esperaba mientras se adentraba en lo desconocido.

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