Llegada a la Comisaría
El viaje fue mayormente silencioso, pero cada calle que pasaban hacía que Melissa se sintiera más lejos de la vida que conocía. Entonces, de repente, el oficial habló. “Hemos llegado”, dijo, apagando el motor. Melissa miró por la ventana y vio la inconfundible estructura de la comisaría de policía. Era fría y poco acogedora, con paredes grises y ventanas altas que la hacían parecer más una fortaleza que un lugar de ayuda.
El oficial salió y le abrió la puerta. “Sígame”, dijo de nuevo, y Melissa salió, con las piernas rígidas e inestables. No sabía a qué se enfrentaba, pero no tenía más remedio que seguir adelante. Con cada paso hacia el edificio, sus preguntas se hacían más fuertes y la sensación de pavor en su pecho se hacía más pesada.
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