Libre para irse
Jake tuvo que dejar su número de teléfono a la policía, pero no le importó. Simplemente se sintió aliviado de que lo dejaran ir sin problemas. Antes de marcharse, explicó todo —lo que había encontrado, lo que había tocado— para que no hubiera confusión si sus huellas dactilares aparecían en el coche o en las maletas.
Incluso después de salir, su adrenalina no había desaparecido. Con el corazón aún acelerado, se apresuró a volver a casa.
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