Todo empezó con una chica que quería una foto chula a caballito de su colega, el de la camisa azul, mientras disfrutaban de la playa. Pero la cosa se puso aún más divertida cuando un desconocido en bici, flipando con el atardecer, preguntó si podía apuntarse al plan. Sin pensárselo dos veces, el colega de azul dijo que sí, y en un abrir y cerrar de ojos estaban todos partiéndose de risa, compartiendo el momentazo.

Sus sonrisas lo dicen todo: puede que sea la foto de atardecer más entrañable jamás tomada en una playa. Un recordatorio guapo de que la buena onda y la espontaneidad pueden crear alegría entre completos desconocidos. A veces, todo empieza con un simple “¿por qué no?”

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