¡Ay, el síndrome del gato velcro! Este minino ha decidido que no te vas a mover ni a la esquina sin él. Da igual si estás currando, si quieres pillar relax o simplemente cambiar de habitación: se te pega al brazo como una lapa. Es como tener una sombra… pero con pelos y bigotes.
Aunque parezca un pelín agobiado en la foto, es imposible resistirse a este cariño achuchable (y a este agarre de la muerte). Estos momentos de fusión total nos recuerdan por qué adoramos tanto a nuestros gatos.
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