Los cosméticos venenosos de la reina Isabel I
La Reina Virgen gobernó Inglaterra con férrea determinación, pero detrás del trono luchó contra las severas cicatrices de la viruela. Para mantener su apariencia de alabastro, Isabel I se cubría el rostro con “cerusa veneciana”, una base espesa hecha de plomo blanco y vinagre. La pasta producía un brillo fantasmal que deslumbraba a los cortesanos, y lentamente envenenaba su piel. Cada nueva imperfección exigía capas más pesadas, creando un ciclo vicioso y tóxico que literalmente carcomía sus mejillas.
Durante décadas, la mezcla corrosiva le ennegreció los dientes, le causó la pérdida de cabello y pudo haber contribuido a su muerte a los 69 años. Aun así, Isabel se negó a aparecer sin su característica máscara, a veces pasando medio día maquillándose. Los médicos renacentistas advirtieron de los peligros, pero la vanidad y la política de imagen triunfaron sobre la ciencia. Su letal rutina de belleza es una advertencia: en la era de los selfies y los filtros, la historia demuestra que hemos estado arriesgando la salud por una piel impecable mucho antes de que existiera Instagram.