La prescripción de cocaína de Sigmund Freud

Antes de fundar el psicoanálisis, Sigmund Freud fue un entusiasta promotor —y frecuente consumidor— de la cocaína. La llamaba una “droga milagrosa”, prescribiendo el estimulante para todo, desde la depresión hasta problemas digestivos. El propio Freud esnifaba dosis diarias para combatir la migraña y la melancolía, registrando meticulosamente la euforia y la “confianza en sí mismo ilimitada” que le inspiraba.

Inevitablemente, los pacientes desarrollaron adicciones y efectos secundarios aterradores, incluidas alucinaciones que Freud desestimó como “menores”. Cuando la prometida de un colega murió por complicaciones relacionadas con la cocaína, Freud redujo discretamente sus recomendaciones, pero no su propio hábito. Solo más tarde reconoció sus peligros, cambiando el enfoque al análisis de los sueños en lugar de los picos de dopamina. El episodio demuestra que incluso las mentes más brillantes de la historia podían perder el rumbo cuando el polvo blanco estaba, literalmente, sobre la mesa.

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