Noche en vela


Esa noche se sintió interminable. Cada pequeño sonido en la casa se amplificaba, como si las paredes mismas me estuvieran observando esperar. Yacía allí con mis pensamientos acelerados, reproduciendo cada posible escenario. ¿Me atacaría? ¿Volvería a casa temprano? ¿Se daría cuenta de lo que había hecho de inmediato?

El reloj marcó las 3 a.m., y aún así, no había nada. Ni llamadas, ni mensajes de texto, ni señal de que lo supiera. El silencio era ensordecedor, y empeoraba mis nervios. Miraba el techo, con los ojos bien abiertos e inquieta, consumida por un cóctel de miedo, culpa y sombría anticipación. No estaba segura si me estaba preparando para la guerra o esperando que simplemente desapareciera.

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