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Ella observó en silencio cómo Anna y Andrew intercambiaban una mirada que le revolvía el estómago. Luego, sin dudarlo, sus manos se encontraron, los dedos entrelazándose de una manera que parecía demasiado íntima para una madre y un hijo.
Se volvieron hacia Rebecca, sus expresiones difíciles de descifrar. “Hemos estado planeando algo muy especial”, dijo Andrew con alegría. Pero bajo su tono alegre había algo más, algo más oscuro, algo que ella no podía nombrar del todo. “¡Vamos a hacer una caminata!”
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