Tomándoselo con calma
A pesar de las miradas y los susurros que lo siguieron durante todo el día, Alan lo tomó con naturalidad. “Todos estos ojos curiosos hoy”, bromeó con una sonrisa, dándome un suave codazo al pasar junto a otro extraño que se quedó mirando. Me reí, asombrado de lo fácil que manejaba la creciente atención. En lugar de ponerse a la defensiva o tímido, convertía cada reacción en un momento de ligereza, dirigiendo las conversaciones hacia bromas inofensivas y charlas de carnaval.
Su ligereza hacía que todos a su alrededor se sintieran más cómodos, aliviando la tensión que de otro modo podría haber empañado la diversión. Lo que más me impactó fue que no solo estaba ignorando la atención, sino que la estaba asumiendo. No era arrogancia, sino una especie de paz con quien se había convertido. Esa confianza interior ayudó a suavizar la incredulidad, transformando encuentros incómodos en alegres. Alan no solo nos sorprendía, nos enseñaba a dejarnos llevar y disfrutar del viaje.
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