La curiosidad se apodera
Después de regresar a casa, no podía quitarme de la cabeza las preguntas persistentes que rondaban en mi mente. La transformación de Alan era demasiado drástica para ignorarla, y mi curiosidad finalmente me superó. Silenciosamente, me acerqué de puntillas a su habitación, esperando encontrar alguna pista, cualquier cosa que pudiera explicar lo que había presenciado en los últimos dos días. Cada crujido de las tablas del suelo me hacía estremecer, pero mi determinación era más fuerte que mi culpa.
Abrí los cajones suavemente y escudriñé sus estanterías con una mirada lenta y deliberada. Nada parecía abiertamente sospechoso al principio, pero seguí adelante. No se trataba de husmear, se sentía más como intentar resolver un rompecabezas que Alan había dejado a medio terminar. No estaba segura de lo que esperaba encontrar, pero el hambre de respuestas se había arraigado y necesitaba al menos un vistazo detrás del telón de su repentina independencia y energía.
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