Alegría en Movimiento


Entrar al animado parque de atracciones fue como adentrarse en un mundo diferente, y Alan se sumergió en él con una alegría pura e inalterada. “¡Mira eso!” gritó, señalando una enorme montaña rusa que se retorcía a lo lejos. Sus ojos brillaban de emoción, su energía burbujeaba como la de un niño con un subidón de azúcar. Observarle era como ver a alguien revivir su infancia, solo que esta vez con un propósito.

Corrió de atracción en atracción, saludando al personal y a otros visitantes con amplias sonrisas y un encanto casual. La felicidad de Alan era contagiosa, arrastrándome a la atmósfera hasta que yo también reía tan libremente como él. No solo disfrutaba de las atracciones, sino que les daba vida. En un lugar creado para la alegría, destacaba no por sus limitaciones pasadas, sino por la libertad con la que abrazaba el presente. Por un momento, olvidé que alguna vez había necesitado una silla de ruedas.

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