Aplausos en el Camino


A medida que subíamos, el sendero se volvía más concurrido y los esfuerzos de Alan no pasaron desapercibidos. Los excursionistas se detenían para dejarle pasar, ofreciéndole sonrisas, palabras de aliento y, finalmente, aplausos espontáneos. “Eres increíble”, susurró alguien mientras él pasaba. No era solo el acto de hacer senderismo, era la audacia de desafiar las expectativas de una manera tan audaz.

Con cada ovación, Alan saludaba con un pequeño gesto o sonrisa, sin jactarse, solo agradecido. Pero el efecto en quienes lo rodeaban fue profundo. Personas que habían comenzado la caminata con auriculares puestos y la cabeza baja ahora lo observaban, aplaudían, inspirados. En ese momento, quedó claro: Alan no estaba solo en un viaje personal. Su presencia estaba cambiando silenciosamente la energía de todos los que encontraba. Y mientras miraba a los extraños que ahora lo animaban, sentí que el orgullo se hinchaba en mi pecho, honrado de ser parte de su historia.

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