Un salto hacia lo inesperado


Justo cuando pensaba que la noche estaba terminando, Alan hizo otro movimiento inesperado: se inscribió en el acto en un partido de una liga deportiva comunitaria. “¿De verdad vas a hacer esto?” pregunté, sin ocultar la sorpresa en mi voz. Su sonrisa era amplia y segura. “He estado esperando una oportunidad como esta”, respondió, con los ojos brillando de determinación. Era el Alan clásico ahora: espontáneo, audaz y lleno de posibilidades.

Aunque una parte de mí todavía se preocupaba, por sus límites, por si se esforzaba demasiado, no podía negar lo contagioso que se había vuelto su entusiasmo. Lo había visto desafiar la lógica todo el día, así que ¿quién era yo para cuestionar su preparación ahora? En lugar de dudar, me encontré asintiendo, dándole una sonrisa tranquila y de apoyo. Lo que viniera después, Alan lo afrontaría de frente, y de alguna manera, eso me hizo creer que ambos éramos más valientes de lo que pensábamos.

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