Recibido con los Brazos Abiertos


A pesar de haber tenido poca práctica formal recientemente, Alan fue recibido en el equipo como un viejo amigo. Sus nuevos compañeros de equipo lo saludaron con palmadas en la espalda, palabras alegres y un ánimo que estableció un tono positivo, casi eléctrico. “Encantado de tenerte, Alan”, dijo un jugador, extendiendo un firme apretón de manos y una sonrisa. No era lástima ni obligación; estaban genuinamente emocionados de que se uniera.

Mientras Alan se equipaba y calentaba, noté lo tranquilo y concentrado que se veía. Su presencia en el campo no parecía una casualidad; se sentía ganada. Había algo en la forma en que estaba allí parado, listo para demostrar su valía de nuevo, que me hizo darme cuenta de lo lejos que había llegado su viaje. Esta no era una segunda oportunidad; era Alan tomando lo que siempre había merecido, y la energía a su alrededor lo dejó claro: él pertenecía aquí.

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