Entrenamiento con Propósito
Los días siguientes fueron un torbellino de preparación. Alan construyó un meticuloso programa de entrenamiento y nos obligó a seguirlo con una disciplina impresionante. Salíamos a correr al amanecer, recorriendo kilómetro tras kilómetro con una meta compartida por delante. “Vamos a darlo todo”, nos instaba después de cada sesión, empapado en sudor pero sonriendo. Su energía era implacable, y me empujó más allá de límites que ni siquiera había percibido. Cada carrera se convirtió en una lección de compromiso, fuerza y la tranquila persistencia que Alan había llegado a encarnar.
Lo que más destacaba no era solo su resistencia física, sino la fortaleza mental que emanaba con cada zancada. Lo veía afrontar cuestas empinadas, largos tramos y músculos doloridos con la misma calma y concentración que había mostrado en cada desafío anterior. Esto no era solo entrenar para un maratón. Parecía que estaba demostrando algo, a sí mismo, a mí, al mundo. Su preparación contaba una historia de recuperación, transformación y propósito, y tuve la suerte de presenciarla desplegarse, un paso decidido a la vez.
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