La línea de partida del triunfo
El día del maratón llegó con cielos despejados y un bullicio de emoción. Nos unimos a la multitud en la línea de partida, rodeados de vítores, carteles y ánimos sinceros de partidarios y extraños por igual. Alan se mantuvo erguido, rebosante de tranquila anticipación. “Lo tenemos”, dijo, sus palabras firmes y llenas de convicción. En el momento en que sonó la bocina de salida, partimos, no solo como corredores, sino como representantes de un viaje que ya había superado tantos kilómetros invisibles.
La energía de la multitud era eléctrica, impulsándonos a cada paso. Gritos de aliento y cánticos con el nombre de Alan resonaban a lo largo del recorrido. La gente se agolpaba en las calles para verlo correr, y su fe en él era palpable. Ya no se trataba de terminar la carrera, sino de honrar la lucha que había costado llegar a este punto. Cada pisada en el pavimento era tanto una victoria como una promesa de seguir avanzando, sin importar los desafíos que se presentaran.
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