Dominio Increíble


La habilidad de Alan para maniobrar sobre el agua era, sencillamente, asombrosa. Remaba con un equilibrio, confianza y agilidad que parecían su segunda naturaleza. Lo observé en silencio atónito mientras se deslizaba por la superficie como si hubiera estado entrenando en secreto durante años. “¿Cómo diablos…”, comencé, pero las palabras me fallaron. Alan simplemente se rió entre dientes, como si mi asombro fuera innecesario.

No ofreció ninguna explicación, solo un encogimiento de hombros desenfadado, lo que solo profundizó el misterio. Tenía que haber más en la historia, algo que no me estaba contando. Aun así, no podía negar la admiración que sentía al verlo desafiar todo lo que creía saber. Esta versión de Alan, tan serena y capaz, no encajaba con la imagen que había tenido durante tanto tiempo. Era como conocer a una persona nueva en un cuerpo viejo.

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