La cazadora de cuero

Impávido ante la creciente tensión y el persistente escarnio, el camionero metió la mano en su camión con una calma deliberada. Sacó una cazadora de cuero curtida, con los bordes gastados y suaves, el tipo de cazadora que claramente había pasado por sus propias batallas. Sin una pizca de vacilación, se la puso, como si se preparara para lo que viniera.

Fue un momento que pareció consolidar aún más su presencia tranquila e imperturbable. La multitud, aún conteniendo la respiración, observaba con creciente respeto mientras se ajustaba la cazadora. Era una acción pequeña, pero tenía peso, como si se preparara para algo mucho más grande que un simple enfrentamiento. Hubo un cambio en el aire, una comprensión colectiva de que este hombre, en su tranquila fortaleza, no debía ser subestimado.

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