Mercurio para la sífilis

Mucho antes de que se desarrollaran los antibióticos, la sífilis aterrorizaba a la sociedad. Sus horribles síntomas (úlceras, demencia e incluso la muerte) exigían soluciones extremas. Aquí es donde entra el mercurio, un metal altamente tóxico, utilizado en ungüentos, baños de vapor e inyecciones. Eslogans como “Una noche con Venus, una vida con Mercurio” capturaban la ironía mortal: la cura a menudo era más peligrosa que la enfermedad.

Los efectos secundarios eran brutales. Los dientes se caían, la piel se desprendía y algunos pacientes sufrían una insuficiencia orgánica completa. Debido a que la sífilis en sí misma causaba daño neurológico, los médicos a menudo no podían saber si el paciente estaba muriendo por la enfermedad… o por el mercurio. Algunos pacientes incluso fueron tratados durante décadas, convirtiéndose en contenedores de mercurio ambulantes. No fue hasta que la penicilina llegó en la década de 1940 que este horrendo capítulo de charlatanería médica finalmente terminó.

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